domingo, 20 de abril de 2008

¡¡Qué lindo el Buen Pastor!!


Sí, qué linda visita la que hice hace unas horas (sábado a la noche) por el Paseo del Buen Pastor. Mujercitas de 15 posando ante las cámaras como si fuera un desfile de modelos, una en cada espacio frente a la fuente y por todos lados. También algunas casamenteras. Todo parecía montado, pero nó, resultó ser finalmente algo totalmente espontáneo y natural. Un fotógrafo profesional me decía que todos los fines de semana sucedía así. Me pareció bello y sorprendente. Hasta allí todo OK.
Mirando la luna llena en tan diáfana noche, caminaba rumbo al volumen rojo, pues quería verlo iluminado. Distraído y alegre de ver tanta vida, yo también cantaba bajito una enamorada canción. Pero parece ser que por más bajo que yo cantaba, a un endemoniado oído agudo no le gustó. Primero fue uno, que vino agazapado y veloz hacia mí como si él fuese cazador y yo su presa... y como no pude entender sus dañinas intenciones, ni atiné a reaccionar, me mordió. ¡¡¡¡¡¡¡¡Malditos perros del Buen Pastor!!!!!!!!
Inmediatamente, como si se tratase de una emboscada, ya estaba rodeado por otros cinco perros más (todos guachos y flacos; de medianos a grandes; gremialistas; todos ladrando a viva voz). La gente ha de haber pensado que aquello era una atracción más, que irónicamente devino en espectáculo de artes marciales con los infames canes, ya que nadie hizo nada por ayudarme. Acto seguido, al sonar nuevamente su clarín de guerra, comencé a revolearlos a patadas uno a uno por los aires. Entre retiradas y avances, aquella cruzada duró tanto como un minuto y puede que me valga un puesto como doble en la próxima película de Jackie Chang.
Victorioso, pero indignado, llamé a los policías presentes para que se llevaran presos a esos reos, mas estos me dijeron, divertidos, que aquellos ya eran dueños del lugar. También me confesaron que incluso a ellos mismos se les animaban y que, con discreción, era posible hacer justicia por mano propia con esos patoteros.
Me iba frustrado cuando, por la espalda, siento que soy virulentamente retado a duelo por el pendenciero cabecilla perruno y en un acto de arrojo individual (que por cierto es ahora un perro rengo más). ¡Maldición! Cómo es posible que en un lugar tan concurrido se me diga que la municipalidad es la encargada con la perrera, pero que ésta no hace nada. Que siempre muerden a algún gil.
Bueno, ya saben para todos los que crean que en el Buen Pastor es una buena idea cantar.
Les saluda iracundamente Aníbal
PD: ¡Condenados cuadrúpedos! Acabo de darme cuenta de que ellos ganaron, pues ya algo me venía oliendo mal. Traigo en la suela de mi zapato su desagradable souvenir.

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